miércoles, 10 de diciembre de 2008

Una Semana Después

Con la llegada de la Navidad parece que todo el mundo da un giro de 180°, este es el caso de la empresa en la que trabajo, todos estábamos locos organizando la fiesta navideña (valga la redundancia) para los hijos de los trabajadores y como era de esperarse, solo fuimos tres mujeres las que trabajamos, bueno cuatro si contamos a mi hermana (que no apoyó mucho que digamos).

Lo cierto que entre la compra de bocaditos, regalos y envolverlos; preparar las bolsitas con los caramelitos para cada niño, escoger el regalo indicado (para poder ponerle el nombre en el juguetito) obtuve un cansancio acumulado que no tiene intención de retirarse, parece fácil pero no lo fue, solo de imaginar a dos hijos por cada trabajador, considerando que son más de quinientos (eso que su mayoría tienen tres o cuatro hijos), ya da pereza y cansancio antes de empezar. Lo peor de todo es que sabes que en la semana que se desarrollará la actividad no tendrás vida, vivirás metida entre cuatro paredes asfixiándote con tanta cosa que no alcanza en la oficina de Administración, lo que también incluye regresar a casa en la madrugada (y no por andar de parranda sino porque nunca terminaríamos todo eso de no hacerlo).

Para mi alivio, el gerente decidió que este año la actividad se desarrollara el 06 de diciembre porque no tenía la intención de pasar la tercera semana de diciembre metida en la oficina, lo malo fue que justamente en esta semana que pasó tenía compromisos todos los días, debo reconocer que quedé como la peor amiga de todo el mundo ya que fallé a casi todos (prometía que iría pero no lo hacía) hasta que llegó un momento en el que un día antes de la actividad sentí que si seguía metida ahí me volvería loca y las abandoné, fui a la reunión que tenía el viernes (para variar tarde).

La verdad me sentí libre cuando terminó, a pesar que el sábado salí de la empresa casi a las 09 de la noche, sabía que esto no se repetiría hasta el próximo año, aunque fue reconfortante ver la sonrisa en eso niños (en su mayoría de condición humilde) que corrían con sus regalitos por todo el patio del colegio “Grillito” acercándose a decirme “gracias señorita, esto le había pedido a Papa Noel” y debo admitir, muy a mi pesar, que no pude contener las lágrimas.

No todo fue tan bonito, hay que ser sinceros, el show no salió muy bien, estuvo a cargo del área de RR. HH. Y no es exageración cuando digo que yo siendo pésimamente mala contando chiste hice reír más a los niños que ese payaso, pero otra cosa que también fue muy gratificante fue el hecho de escuchar a todos que el show del año pasado era de lejos mucho mejor que ese, aunque también me dio nostalgia ya que en ese show participé como la animadora, cosa que no se repetirá ya que sin querer terminé replegada del mundo al que tanto amaba por problemas personales.

Se que fui cobarde al no ponerme firme cuando me apartaron de mi pasión “el Teatro” pero ahora que lo pienso mejor, no estuvo tan mal, me ayudó a recuperarme más rápido y aunque extraño mis domingos en el Taller de Teatro comencé una nueva vida en la que ya no le quiero hacer espacio a esa pasión que me daba la alegría más grande.

Lo único que me queda decir es que hasta el día de hoy me quedan las ojeras de tantas desveladas que nos dimos para que todo salga bonito, al menos nuestra parte fue la más organizada y felicitada de todas.

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